20090916

Y los Angeles...pasan(pasamos)

Me puse a pensar en como se van modificando los sentimientos, las prioridades. Como, gente que había entrado en nuestras vidas de una manera repentina y desenfrenada, de repente se vuelve prescindible o menos importante.

Si hace varios meses atrás me hubieran preguntado como seguía sin la presencia y la histeria de E. Hubiera dicho que no sabía. Tal vez tenga que ver con que yo de repente y a propósito de ciertas actitudes de su parte, que no creí ni sentí coherentes con la supuesta amistad que él aseveraba había entre nosotros, decidí cortar todo tipo de diálogo. Es bueno aclarar que fueron poquísimas las veces que estuvimos frente a frente charlando o compartiendo un café, una gaseosa, una charla. Todo entre nosotros transcurría por MSN y por teléfono.

Es una larga historia que llevó casi dos años, y que en algún momento contaré (si me quedaran ganas de hablar sobre eso, que tanto tiempo ocupó más que mi cabeza y hoy me parece un fastidio). Lo cierto es que de repente E. Apareció en mi vida, se metió en ella sin pedir permiso, me hacía agarrar unos retorcijones escandalosos en la boca del estómago cada vez que lo veía, y el juego solo quedó reducido a la histeria pura, incluso después de haberle dicho yo lo que me había empezado a pasar con el. Al principio, sin que el lo diga (creo que lo mencionó bastante tiempo después) le pasaba algo parecido. Tal vez no tan fuerte, pero requería mi presencia al teléfono, por messenger, por mensajito de texto, o por el interno de la oficina, cada vez que se le venía en ganas, y a veces nada más que para escuchar mi voz. En las noches cuando me llamaba, después de habernos pasado todo el día chateando en el trabajo de oficina a oficina, se colgaba al teléfono desde el balcón de su departamento, novio de por medio. Si, tenía pareja.

La cuestión que el pibe “solo quería ser mi amigo”. Y bueno insistió con eso. Y a pesar de todo, quise rescatar a la persona. La persona después de un viaje al cual no le quedaban mas candidatos por invitar y terminó programando conmigo, y al cual yo accedí, aún sabiendo que era “un manotazo de ahogado”; se empezó a evadir, a desdibujarse, a contestar con vacíos y luego preguntaba que me pasaba que estaba distante. ¿YO?
Hubo cambios en su vida, y a mi, que había estado en aquellos mundanos momentos de niebla, solo me daba pistas, para evaluar mi reacción. Mas tarde vino con que quería compartir, cosas que meses atrás escondía o simplemente disfrazaba.
Cuando uno quiere fortalecer la amistad con otra persona, lo menos que puede hacer, recíprocamente con el otro es compartir. Su “compartir” llegó tarde para mi, más cuando ese jueguito de acción-reacción, causa- efecto que tenía conmigo y que lo hacía sentir irremplazable, me hirió hasta el hartazgo.

Pasaron muchos meses, casi un año, desde la última vez que escribimos por messenger. Desde que el quiso compartir, porque me veía distante. Desde que yo dije: “no tengo interés”. Hoy lo sigo viendo en el trabajo. Charlamos de vez en cuando. Obviamente nada volverá a ser como era. El no puede conservar un amigo de su mismo sexo, yo, perdí el interés en su amistad.

Ya no hay nada interesante que decirnos. No hay nada interesante que al otro le pueda importar demasiado de la vida de uno. No hay intención. Se fue el interés. Se esfumaron los retorcijones. Quedó el sabor amargo (seguro para él también, se que fui importante en algún momento, el lo dijo) y el espacio vacío que suele dejar un alma desconocida, que se convierte en parte de tu vida, pasa y se va.

Algunas personas pasan y dejan la estela de un buen recuerdo. Llegan para enseñarte algo o para recibir algo de vos. O para ambas cosas. Estuvieron. Algo modificaron. Yo me desperté del letargo y me di cuenta que todavía se podía sentir algo fuerte por alguien, que me podía ilusionar, que podía arriesgarme a sufrir. En definitiva que podía VIVIR. Que estaba VIVO.
A él también se le modificaron cosas y seguramente yo aporté lo mío en su vida. Cada uno sabrá capitalizar de la mejor manera que pueda lo que el otro nos dejó, y tal vez en el futuro, cada vez que nos recordemos mutuamente lo hagamos con una sonrisa.

Una palabra a la mirada

Y de repente buscando cosas interesantes en Internet, encontré varios blogs interesantes. En una de ellos se hacia referencia a la mirada. Recorrí mi blog y hace unos días yo escribí una suerte de poema acerca de la mirada.
Claro esta no era cualquier mirada. Pertenece a alguien particular que apareció en mi vida de repente y me regala el encanto de su mirada cada vez que lo veo.

No hace mucho estaba yo en un Pub de Buenos Aires. Solía ir allí con mis amigos los sábados a tomar algo para seguir la noche en algún boliche. Mi amigo Nacho, vino acompañado por su amigo Leandro. Nacho es un tipo inquieto, que habla hasta con las columnas y ese día no era la excepción. Frente al verborrágico estado de Nacho que se puso a hablar sin parar con una parejita que había en el lugar, Leandro se acercó a mi, y nos quedamos tomando algo, conversando, riéndo.
Después de un par de horas fuimos a bailar. Todo transcurrió normal. Nos reímos mucho, y nos miramos un poco, aprovechando la distracción del otro. Avanzó la madrugada y Leandro me alcanzó hasta mi casa. Nos despedimos en la puerta y no supe de él hasta el próximo fin de semana.

Así fue que al viernes siguiente nos encontramos en un boliche. No fue casualidad, cada uno sabía que el otro iría. De alguna manera me había entusiasmado la idea de volver a verlo. Estuvimos en el boliche con nuestro grupo de amigos, tomando vodka con Speed, bailando y riéndonos. En una palabra, pasándola bien. Amaneció y me fui a casa.
El sábado lo volví a ver en aquel mismo pub en el que nos conocimos. Habíamos formado una pequeña ronda con tres amigos más. Leandro, casi de casualidad, había quedado frente a mí. Yo estaba muy conversador con mi amigo Alejandro y de repente sentí algo extraño. Me sentía literalmente observado. Miré al frente y ahí estaba Leandro que hacía unos cuantos minutos (no puedo precisar cuantos exactamente) me estaba mirando. Lo miré fijo a los ojos. Sonrió al verse descubierto. Sonreí también y sin que ninguno de los dos pudiera bajar la mirada, hicimos un gesto con la cabeza, típico de “¿Qué pasa? Esa misma pregunta salió de mi boca entre mi sonrisa gigante, a lo que él con el mismo tamaño de sonrisa respondió – Nada.

Durante toda esa noche, las miradas ya no eran disimuladas. Simplemente nos mirábamos y cuando nos descubríamos, sonreíamos. Me alcanzó hasta mi casa. Charlamos de cosas superficiales, casi sin mirarnos. Llegamos a la esquina de mi casa, lo saludé y me fui a dormir.

Durante la semana, encontré su aceptación de amistad en Facebook, lo agregué al Messenger y una noche cualquiera lo encontré conectado. Charlamos amigablemente, me comentó lo bien que lo había pasado con Alejandro y conmigo, y lo bien que le habíamos caído.

Esa semana tuve que hacer unos trámites por el centro, y no había ido a trabajar. Fuera de todo cálculo, cerca del mediodía ya estaba desocupado deambulando por las calles y pensando en que bueno sería invitar a Leandro a almorzar. Rápidamente caí en la cuenta que debía procurarme su teléfono antes.
Lo hice. El tercer fin de semana se unió nuevamente a nuestras salidas. Las miradas estaban presentes cada vez con más regularidad. Todo parecía ser nada cuando encontrábamos la mirada del otro en frente. Las palabras no salían, solo las miradas. En el entorno empezaron a darse cuenta. Alguno que otro ya se predisponía a que pasara algo en cualquier momento.
Para desilusión de los espectadores, todo quedaba en miradas. Llegó la semana y decidí invitarlo a cenar. Aceptó sin problemas y se ofreció pasarme a buscar por mi casa. Cenamos, charlamos, me contó cosas de su vida y yo le conté de la mía. No hubo miradas que expresaran otra cosa que atención. Fuimos luego por un café. Me llevó a mi casa y nos despedimos hasta el fin de semana siguiente.

A esa altura, me di cuenta que había empezado a jugar al oficio mudo. La seducción estaba todo el tiempo presente. Lo descubría colgado mirándome y el me descubría a mi también. Las palabras no existían. Las insinuaciones más allá de las miradas tampoco. Todo sucedía bajo el destellante cielo raso del boliche, entre música, tragos y cientos de personas saltando al ritmo de la misma música. Cuando todo eso terminaba, y el amanecer se abría paso en el horizonte, parecía que no había a quien mirar.
Todo era raro. Si no le pasaba bola, me buscaba. Después la nada misma. ¿Será tímido como yo?- me preguntaba. ¿Qué espera para decirme algo? ¿ Y yo que esperaba? El miedo al rebote podía más. Las miradas siguieron persistentes. El silencio también, inundándolo todo. Alguna vez salí de casa sabiendo que iba a verlo y me inventaba un discurso mental para decir. Nada de eso salía. Nada de eso salió.

Pasó casi un mes. En la semana no hay señales de vida de su parte. Ya no hay invitaciones de la mía. Cuando nos vemos todo vuelve a estar ahí a través de la mirada. De la mirada y el silencio.

Todo parece despejarse cuando alguien te presta atención. Esa atención que andabas buscando. Parece que algo nuevo y maravilloso va a comenzar en cualquier momento. Hasta que te ves anclado en la mirada llena del otro, y en el silencio vacío alrededor. La conexión es fuerte pero las palabras hacen su complemento necesario. Cada uno seguramente tiene una razón para no disparar la primera palabra a solas. Miedos, antiguas frustraciones, rechazos, inseguridades.
La voz de la mirada seguramente se irá callando y volveremos a mirar para otro lado sin saber que hubiera pasado de haberle puesto una palabra a la mirada.

20090914

MEMORIA

A vos que abriste los ojos un verano
Y a mi que me encontró noviembre a la deriva
A la ruta que ensambló nuestros desvelos
Al agua que mojó nuestras angustias,
Podría matar el tiempo una hoja
Caída en tan cruel otoño
Pero lo peor no es el olvido
Cuando no se tiene memoria.
Tu nombre entrelazado en las horas
Lejanas colinas que albergan sombríos
Si la noche fuera un manantial sereno
Bebería mas de cien lunas
Para no recordar el olvido.
Acabo de despertarme y no parece primavera
La gris mañana se queja en la humedad del asfalto
Y esos adoquines incautos
Que a tu piel se asemejan,
Me trasladan al pasado
A aquel noviembre ya enterrado.
Por si acaso me encuentres
Distraído entre tus sueños
No pienses que volví de lejos
Ni me traigas del desvelo
Que a pesar de mi memoria
En cada diciembre te espero.

DE TIEMPO

De tiempo en tiempo se trasluce la palabra y la verdadera intención que salía de mi mano en alto en plena despedida. Aunque el recuerdo me llorara y su voz se oyera en eco en la noche cerrada, fue indulgente mi serenidad que se perturba ante la insistencia de un día nuevo, un nuevo alba.Inminente recordé lo profano del agua embebiendo sales y esos rotundos lejanos senderos que acumulo en mi boca. Recuerdo. Me arrodillé en el umbral y vi el vacío jardín en el que corrí el viento mientras dibujaba la oración que ahora prefería callar.Solitariamente me transcurro y me altibajo, pero el camino es constante y no he de pasar en vano por el aquel lugar de tus manos, donde tracé un camino para saltarme al vacío y volar sin rencores desplegando el ala ancha.De tiempo en tiempo no he vuelto a mirar atrás, ni he buscado nada vago, tan solo no he buscado más que la sorpresa conquista de una mano tibia en una noche nevada.Serena caridad que te cobija mientras mi lado no es lleno, mi pulmón lo respira y mis ojos lo cierran. No hay temores en el ocaso como nieves en verano, el propósito de mi atención ya no es no tu mano blanca. Un silencio acogedor me ronronea en los oídos, me estimula la espina, le da peso a mis alas para quedarme entre las sienes despejadas.De tiempo en tiempo me voy y para no volver vengo. De tiempo en tiempo entiendo que caminar no es campana, no es violín ni la musa de la vida afanosa, ni del afán de la mirada.De tiempo en tiempo me acerco. De tiempo en tiempo llegando, sin cascabel ni petardos el viento tan solo me va anunciando, esa brisa que pasa a tu lado, te acaricia con mi mano y de tiempo en tiempo te encuentro en otros como futuro presagio.

SER MORTAL...

...Amenazante que latiga con sus pasos en mi sombra caminante.Inquieta. Desprolija, llena de vericuetos insondables entre miradas tiernas y desafiantes, entre besos en el aire.Madrugada y marea alta. Velocidad rasante de tus manos en mi espalda, de tus dedos en mi alma, de mis sueños desconcertados, mientras evitás encontrarme...Resuena la cuenca vacía de mi garganta llena, de mi andar adelante, de mi sabor a hierba negra en tus dígitos punzantes. Retina que sostiene en la mirada, el dibujo de tu imagen, la suavidad de tu palma. Madrugada y tierra firme. Sospecha de la nada, del silencio y la escapada, de mi boca frente a la tuya sin apenas decir nada.Ronca voz que se subleva, se levanta, se acelera, acalla fuentes esmeraldas y silencia temporadas, que apenas se plasma en el aire como eco de esas gotas, que lloviznan, que amenazan, que van, que apenas pasan. Madrugada y luciérnagas. Y allá va a buscarme de nuevo lo altiva de tu mirada.

LA VOZ DE UNA MIRADA

Tan solo suspiré al principio, en aquel comienzo en el que abrí los ojos y te vi dormir. Dormías con esa suavidad contenida en las mejillas, con el sol arrebatado en la frente y el encanto de la noche sobre vos.
Yo me desvelaba. Y no me dejaba descansar la madrugada, ni la luna ni el mar tan próximo al muelle, haciendo golpear el bote contra la madera húmeda y los típicos ruidos del puerto. Un puerto que no era mío. Un puerto donde no tuve un amor.
Me puse a pensar en esa tarde. Esa tarde justo antes de conocerte. En como estaba el día, en como había amanecido, como se dispuso el sol y con cuanta frecuencia, yo, había respirado hondo. Después vino la noche y con ella se apresuró la madrugada templada de invierno. Sí, aún era invierno.
Oyendo cantar una sirena me deje llevar por tu primer parpadeo hasta el final de tu mirada y me acerqué más de una vez a tu boca para secretearte una intención en silencio, que se nos pegó en los ojos a los dos, que se hizo eco en nuestras miradas y que aunque carreteó en nuestra garganta, jamás despego de tu boca ni de la mía.
Te descubrí perdido y distraído relajándote en mis ojos, y el mar y el viento te llevó, no se adonde, no sabés porqué, tan solo volaste, tan solo te deje ir.

Tan solo suspiré al principio, en aquel comienzo en el que abrí los ojos y te vi partir.

20090803

Sin pagar Peaje

Sin pagar Peaje(ó en todo caso el precio lo termina pagando uno).

El domingo a la tardecita, después de remolonear en la cama fingiendo una siestita luego del almuerzo, que nunca pude conciliar, me levante y me puse a subir fotos al FB de la salida del sábado anterior.
Después de idas y vueltas, salí a tomar un café con un amigo Fer a un local de una famosa cadena de café instalada en el país. Pedimos nuestras delicias bebibles y comestibles y nos fuimos a la terraza. No se había levantado viento aún, digamos que no hacía calor, pero tampoco frío. Era una tardecita templada.
Hablamos, tomamos el café bien caliente, y mientras iba llegando una amiga mas, que como anteriores domingos esta en la lista de las tomadoras de café domingueros.
Mientras estábamos en la nuestra y recibíamos a nuestra María, que subía con su cafecito caliente, un grupito de 4 o 5 chicos, se instalan en la mesa a nuestro lado. Ya había empezado a levantarse un poquito de viento, pintaba una noche fría y el cielo se había tornado de un gris oscuro intenso.
Nos divertíamos con anécdotas del día anterior y comentarios a las fotos que habíamos tomado ese sábado, y lo peligroso que había resultado el viaje de vuelta en una ruta sumamente oscura y bajo la intensa lluvia, cuando un mensaje llega a mi celular. Tomo el celular, abro la tapita, voy a la bandeja de entrada y noto que el mensaje estaba mandado por Fer.
El mensaje decía: “Che, Sam está sentado al lado tuyo”.
Al principio, no entendí. Recapitule rápidamente, miré a mi amigo de soslayo y con cara, justamente, de “no entiendo”, hasta que caí en la cuenta de quien era “ el fulano”.

Sam había salido con Fer durante unas cuantas semanas.

Se habían visto, la habían pasado bien, se habían encontrado varias veces. Fueron a tomar café, a cenar, pasear cerca del río. Proliferaban los mensajes de texto a toda hora, y las comunicaciones virtuales daban paso a encuentros menos espaciados, incluso durante la semana. Y si bien éste fulano, no era de frecuentar lugares nocturnos, ni parecía tener amigos gays, si tenía demasiados prejuicios para algo mas que pasarla bien entre cuatro paredes, (y no hablo de sexo solamente), pero así y todo, realmente empezaba a nacer algo. Se miraban con cierta ternura, había algunos códigos en común y Sam parecía estar descubriendo un mundo nuevo de libertad. Se quedaba a dormir en la casa de Fer, usando a una amiga como cómplice, por si sus padres querían averiguar donde estaba o inventando historias para que en su casa, de familia muy conservadora, no se enteraran. Esos faltazos a la facultad, estar de trampa, jugar a las escondidas. Aquello clandestino, ese secreto que guardamos como digno tesoro de una época de nuestra vida, en el que cada tanto seguiremos buceando, probablemente, con el correr de los años.

Un día Sam empezó a desaparecer. Fue paulatino. Comenzaron por escasear los mensajes de texto, las respuestas a algunos que enviaba Fer eran escuetas, evasivas. No hubo mas cenas, ni mas rabonas a la facu, ni mas encuentros clandestinos. No hubo mas caricias, mas miradas, más secreto. O mejor dicho había un nuevo secreto, que solo “el fulano” sabía: el porque empezó a desaparecer, hasta que se perdió entre la gente, literalmente. Fer no terminaba de entender. No comprendía que le pasaba a Sam que lo esquivaba, que empezaba a hacerle sentir que era parte de un pasado en el que, al menos, él no bucearía. Ya no había caricias, ni miradas, ni encuentros clandestinos que valieran la pena y Fer ante cada silencio solo podía preguntarse ¿qué pasó? Sin que la respuesta asomara.
Nada en la vida de Sam parecía haberse tornado Fer. Todo en la vida de Fer se tornó Sam. Cada salida Sam estaba ahí, en el pensamiento, en la palabra, en la famosa e incansable ¿Por qué? Y en el silencio de una respuesta que no fueran suposiciones, especulaciones o fantasías, que solo la hacían más inalcanzable. Sam seguía presente en el aire, en la calle, en la web, en los correos, en los silencios.
Fer no podía hacer de cuenta que nada había pasado. Esos días si tenían un sentido para él y hoy la nada lo rodeaba y solo quedaba un recuerdo en el que no podía evitar sumergirse, bucear, sufrir, llorar.

Pasaron semanas sin resignación y sin encontrar respuestas. Sam se había ido y seguía estando. Sam simplemente había elegido partir sin dejar rastros. Y no hay nada más frustrante e impotente que el silencio ante la necesidad de una palabra.
Para Sam, ¿nada había tenido sentido? ¿No había pasado nada en él en aquellos días? ¿En aquellos besos? ¿En los abrazos? Sam parecía poder borrar de un plumerazo sin remordimiento alguno. Fer en cambio seguía impotente.
De a poco fue pasando. Fer comenzó a dejar de hablar de Sam, dejó de pensar en Sam, a buscar en el aire las respuestas que Sam no dio. Fer no olvidó pero ya no hizo más preguntas hasta aquella tarde domingo en la terraza de la famosa cadena de café donde lo volvió a ver, donde volvió a sentir algo en el estómago, donde Sam no lo vió o no lo quiso ver, donde Fer volvió a recordar, y a recorrer las preguntas sin respuestas, las especulaciones y la impotencia. Esa tarde donde Sam volvió a ser protagonista de las cuadras bajo el frío que caminamos después.
Esa tarde donde nos dimos cuenta que algunos seres nos invaden, nos modifican sin registrarlo y sin pagar peaje.

20090716

Espía

Resistió de forma prematura la dictadura de su corazón, mientras se entregaba al sueño de un amargo letargo, más allá de su cuerpo. Más allá de la vida enérgica y desinhibida que había llevado. No le atropellaba la razón ni le transpiraban las manos, no había lágrimas en sus ojos, ni se alteraban las pulsaciones de sus venas principales. Tan solo, como todas las mañanas, se sentaba en su mecedora de madera ilustre frente a la ventana. Se mecía suavemente, como quien no se decide a despegar. Cada tanto cerraba los ojos, y recordaba el día anterior, que era el pasado más lejano que podía recordar. No había nombres en la agenda de su memoria, no había calles ni momentos, ni números, ni puertas, no había hijos, nietos ni mendigos. No hubo amigos, ni criaturas. Hubo soles en los que se fundió el olvido. Hubo anuncios, hubo rumores.
Abrió los ojos y el mediodía parecía quebrar en dos la ciudad pintada tras la ventana, como cierto cuadro inmóvil de otoño en despedida. Un trago del té frío, una mueca intragable y un enojo en el entrecejo. Las hojas de los árboles caídas, y las flores creciendo en capullos pastel, el Rosario en la mano y la arruga permanente del paso del tiempo en su frente. Los anteojos de ocre y plata que le dejaban espiar la letra más chica del periódico que reposaba sobre su falda, al igual que su mano izquierda, dando vueltas las hojas como el viento que se lleva la niebla.
La urgencia lo apresuraba, y no hay donde correr, pensó, sin camino ni desenfado, sin el deseo en la mano, con el corazón en la hiel, con el dolor hilando fino en pleno atardecer.

Despertó del sueño repentino en el que era joven otra vez y se cruzaba con el nombre de aquel hombre en la niñez, dando vuelta la esquina, siendo cómplice en la siesta y el río. Cada uno por su lado, cada cual con su cada quien, menos el otro nocturno que todavía andaba a pie entre montañas sin huella, entre escombros y ruinas, en los salones de gentes con la mirada más urgente, buscaba su desafío en esos ojos, en la mirada, que conocía de memoria, pero que nunca decía nada.
Hay momentos tardíos, cercanos al mediodía, que debo confesar que te extraño, pensaba mientras miraba, la nada en el literal vacío. Pero prefiero el despeje, donde solo se asome el viento, a tener que reclamar de tu boca tres palabras, pensar que eso te absorbe mas que tu tiempo, tu nombre que no he de decirle a nadie; más que tu boca tus labios, esos que también tenían sus ganas.

Olvidó esos meses en la almohada, y se levantó casi atareado, con la mente entreverada asomando al ruido, y el cielo se fue aclarando diáfano en el destino que lo acercaba a la noche. Se incorporó de su mecedora, harto del té frío y el periódico tardío, de recuerdos que son fantasmas. Quien sabe si han sido verdad. Rosaría lo soberbio estimar que aún me extrañas, le dijo a la hueca cama, mientras se hundía en su nido, vacío como el arbusto de hojas, esperando el sol tibio. Hasta mañana, se le escapó en la voz al eco de la ventana. Ojalá te viese doblar en la esquina como hace años atrás, una mañana.

20090619

Salto

Solicito permiso para aterrizar.
Pido pista, y pido gancho. Tiro la palanca hacia atrás, le pongo freno a la injusticia de sentirme feo y miro mi mundo, ese mundo atormentado, con otros ojos, desde otra altura, a cada metro que voy bajando. Me abrocho el cinturón y grito piedra libre a la pista llena de luces que espera en tierra Me espera abierta, entregada.
El vuelo se hizo crucial, momentáneo. Se hizo sombra la niebla, se nubló la llama que me invitaba a saltar entre los carbones calientes y me dejaba dorados los talones, como el final de un salto al vacío. Un salto al sobresalto.
Miro a la izquierda entre las nubes coloridas, naranjas y rojizas, las alas de algún ave que me anida, miro la vasta llanura, digo basta al aire mortal que me enrarece los pulmones, origino mi mirada, divierto mi estallido, miro al espejo mis ojos y acomodo mis lamentos. Cierro las manos sin apretar los puños, levanto la frente y me entrego. Pasa la hora frente a mi.
Pasa el rayo y tiemblo el escalofrío virtual del encuentro, de la mirada, de la extrañeza, de la hazaña. Claro de luna corrupto con su estrella agazapada, casi en sus alas no hay nada que seduzca mi fugaz vuelo. Pido gancho. Sin jugar no hay desafío.
Medito mientras dormito, consumo mientras halago mi manera de caminar, mi pensamiento y mi ademán, me canso tan fácilmente de las verdades contenidas, de las uñas centinelas que arañan mi almohada blanca, de lo barroco de mis sueños de aquel deseo hecho añicos.
Gótica noche fue aquella que me encontró entrelazado entre el abismo y el faro, mortal montaña caudal río que estalla en el horizonte como aquel llanto de niño, acariciando aquel perro blanco, coqueteando el desalineo. Alta gama de olas verdes, mil granitos de arenas tibias, un desierto de sinceros y la alarma siempre alerta a la mentira fraudulenta, a la voraz bocanada del aire enrarecido pareciendo agua, de la muerte padeciendo vida.
Siempre.
Me atormento y desenfundo el facón que no es arma blanca, más el bastión que resalta mi vida pasada y serena lo subo al pedestal vano del rechazo en la arena donde doy lucha y castigo, donde me miro tan solo, tan solemne, tan vacío.
Sigo bajando sin tiempo y me quedo a gusto, por un instante, flotando en el más remolón de los vientos, que apenas me siente pesado, que apenas me brinda aliento y me sopla la estrategia de no salir lastimado, al caer en tierra firme, rodar y salir parado.
Pido permiso para rodar la vida de nuevo, luna nueva, sol lleno, amarras caídas, garrotes desiertos. Miro atrás y veo a flote la lancha y un inmenso remo, el cruce del mar rojo donde enveneno mis venas, corriendo a salvar la cuenca de mis labios tan calmados y resecos, a no ser por esos besos que recibí esa mañana, falsos pero sinceros y para la ocasión prestos.
Se termina el aleteo. Se funde el viento y la tierra, el estornudo me aferra, me estremece y me susurra y una voz muy atenta me enloquece con su canto, mientras medito sereno casi a orillas del llanto.

20090601

Costra Coba

Salpicado de la vulgaridad de aquellos días
Grises,
Celestinos escondites
Vanguardias palabristas,
Frases sueltas
Oraciones vagas y difusas,
Del color natural del antaño
Sepia y marfil, canela y morfina
Donde todo se mezcla
Donde nada se llena del todo y no logro el olvido,
Ni el silencio,
La palabra que se ahueca
Y el desdén entre mi sábana
Se estrechan incipientes
Ya ni mi almohada ni el sueño
Me rozan la piel, piel que fue tan rosada.
Aturde tu grito
Y me pongo a la altura del peldaño
Para dar un salto al vacío
Y volar en tu música
Dejarme llevar,
Llover,
Romperme al piso en mil pedazos
Y volver hacer, siendo
Sintiendo el aire,
Orillando la vagabundez de mis pasos
Esquivando el resorte
Mordiendo los dardos,
Haciéndome eco de tus gotas saladas
Salando el otoño
Congelando nostalgias.
Sello mi estómago
Se retuerce la hiel, se atormenta
No seducen mis tripas el encuentro
No susurra esa voz un segundo intento.

Todo depende del cristal con el que se lo mire...

Entusiasmado por que el discurso coincida con la acción – generalizar no es prudente, pero en el 90% de los casos es así – me desilusioné rápidamente con solo ver algunas frases en el facebook. Ese libro del cyber espacio, lleno de figuritas, nacionales, provinciales, extranjeras, con o sin nombres “propios”, esa que por moda, porque “no podés no estar ahí”, o por lo que fuera, en apariencia resulta práctico para conocer gente de todo tipo, de todos lados y hasta reencontrarte con compañeros de la escuela que nunca más volviste a ver o hasta con familiares que viven en otro planeta o que por alguna razón te habías distanciado hace años.
Esos mismos que talvez no quisiste volver a ver, o el mismo camino de la vida distanció. Tal vez en el caso de los compañeros de la escuela, los caminos fueron distintos solo por una razón: “llegado a ese punto se dieron cuenta, que ya no tenían mucho que ver el uno con el otro”, pero igual se hacen reuniones, para corroborarlo, o simplemente para ver que tan hechos mierda están después de tantos años!. Seguir acordándose de las anécdotas de pendejos, los malos tragos a los profesores, cuantos kilos aumentó el gordo de la división, cuanto menos pelo tiene el que ya encontraba sus primeras entradas en 5° año, que fue de la vida de aquel afeminado que se sentaba en el tercer banco de la quinta fila, o cuantos matrimonios tenés en tu haber y cuantos hijos te han dejado debiendo a Dios y María Santísima.
En ésta página, que es como un libro de “memorias” al que cada uno tiene acceso mientras se está desarrollando la vida, ese que te permite saber hasta que estabas pensando y/o haciendo un miércoles a las 3.00 am, y que te permite recordar a través de las fotos con quien salías en Julio de hace tres años atrás, o cuantas veces estuviste en una relación -aunque no digas con quien- es que uno se encuentra con frases como. “estoy buscando el amor que no llega para que mi felicidad sea eterna”, o cosas mas cursis aún. En fin, sin querer hacer un juicio de valor a tamaños pensa-sentimientos, me desilusiona saber que en cuanto a discurso parece ser que todos buscamos lo mismo, pero nos empecinamos en encontrar lo contrario, porque a fuerza de ser objetivo y realista, pueden tener una foto tuya entre sus tres mil quinientos cincuenta y tres amigos, pero si no contás con un torso lo suficientemente desarrollado, bíceps montañosos, triceps definidos, panza chata, buena jeta, además de incluir en tus albúmenes, alguna foto –que no tomes prestada de ninguna revista gay- con boxer de lycra que marquen cola, piernas y bulto, que se note la panza chata, sin ningún pelo más que en la cabeza y debajo del ombligo, en una pose de lo mas sexy, sea frente al espejo del baño con la camarita como radio pegada a la oreja, o una casual en la playa con amigos, donde se supone no quisiste posar, sino que saliste de puta casualidad “haciéndote” el distraído, mirando hacia donde se muestre tu mejor perfil al lente, en un atardecer de película, frente a un río impoluto, o un mar de aguas verdes, con el pelo mojado y ese mechón que es tan, pero tan rebelde como coqueto y que tampoco quiere salir fuera de lugar en la fotografía y justo posa sobre tus sienes de “la” manera sensual, digno para la posteridad, te podes pasar el día entero clickeando ventanitas del chat , escribiendo “hola”...”hola que haces como andas”...”hola todo bien?”... siendo en vano esperar alguna respuesta, a lo sumo, verás que el botoncito verde de conectado se convierte súbitamente en rojo, o el mismo se hace luna, a modo de repentina ocupación en otra cosa justo, justo en el momento que terminaste de tipear “hola”. O pasarte días, después de haberte roto los sesos pensando algo simpático que comentar en alguna foto de tus amigos virtuales, o en sus muros, esperando la “noticia” que te diga: Fulano de Tal – ese que te gusta, que vive por tu barrio, a tres o cuatro cuadras de tu casa, que parece piola, que tan divertido se ve en las fotos, y con quien supones la pasarías bomba, que siempre sale sonriente como la mujer de la propaganda que va por el día 14 del desafío activia, que le sonríe tierno a su mascota o que lleva paseando de la mano a su hermanito mas chiquito- también ha comentado “su” foto. Entonces, corres a través de la pagina para llegar a ese famoso link que te una a vos, de carne y hueso, con esa foto, que comentaste y que el también comentó. Claro!, fue ingenioso lo que pusiste, seguro ya le caíste simpático y a partir de ahora podrás catear con alguien nuevo. Es cuestión de esperar, viste? No todo está perdido...Todavía queda gente copada...
Llegás a la foto, tarda en abrir...al final abre, lo ves a él sonriente de nuevo, tostadito (era verano cuando se sacó la foto), esos ojitos achinados y esos hoyuelos a ambos lados de la boca...¡que boquita!...Tomás el mouse, vas bajando para ver el comentario. Te das cuenta que no sos el único que ha comentado. La lista es larga. Por ahí, encontrás “su” comentario a “su” foto. “Gracias Nico!! Vos también sos un capo. Nos vemos esta noche?”
Pum!! Pum, pum, pum!!! Pum, pum!Pum,pum!pum, pum, pum, pum!!!! Caíste! Si, que te pensabas??? Que eras el único original...Viste la foto de ese “Nico”...Viste la tuya? Si, no saliste mal, pero...pero Nico salió mejor.

Así se pasan las horas, los días, las semanas. Donde voy? Donde hago de mi espacio cibernético un entretenimiento junto a la posibilidad de conocer gente copada, antes que un martirio? Empiezo el gym de nuevo mejor? Y bueno, si...basta de carbohidratos y arriba las mancuernas...1,2,3,4....