20090916

Y los Angeles...pasan(pasamos)

Me puse a pensar en como se van modificando los sentimientos, las prioridades. Como, gente que había entrado en nuestras vidas de una manera repentina y desenfrenada, de repente se vuelve prescindible o menos importante.

Si hace varios meses atrás me hubieran preguntado como seguía sin la presencia y la histeria de E. Hubiera dicho que no sabía. Tal vez tenga que ver con que yo de repente y a propósito de ciertas actitudes de su parte, que no creí ni sentí coherentes con la supuesta amistad que él aseveraba había entre nosotros, decidí cortar todo tipo de diálogo. Es bueno aclarar que fueron poquísimas las veces que estuvimos frente a frente charlando o compartiendo un café, una gaseosa, una charla. Todo entre nosotros transcurría por MSN y por teléfono.

Es una larga historia que llevó casi dos años, y que en algún momento contaré (si me quedaran ganas de hablar sobre eso, que tanto tiempo ocupó más que mi cabeza y hoy me parece un fastidio). Lo cierto es que de repente E. Apareció en mi vida, se metió en ella sin pedir permiso, me hacía agarrar unos retorcijones escandalosos en la boca del estómago cada vez que lo veía, y el juego solo quedó reducido a la histeria pura, incluso después de haberle dicho yo lo que me había empezado a pasar con el. Al principio, sin que el lo diga (creo que lo mencionó bastante tiempo después) le pasaba algo parecido. Tal vez no tan fuerte, pero requería mi presencia al teléfono, por messenger, por mensajito de texto, o por el interno de la oficina, cada vez que se le venía en ganas, y a veces nada más que para escuchar mi voz. En las noches cuando me llamaba, después de habernos pasado todo el día chateando en el trabajo de oficina a oficina, se colgaba al teléfono desde el balcón de su departamento, novio de por medio. Si, tenía pareja.

La cuestión que el pibe “solo quería ser mi amigo”. Y bueno insistió con eso. Y a pesar de todo, quise rescatar a la persona. La persona después de un viaje al cual no le quedaban mas candidatos por invitar y terminó programando conmigo, y al cual yo accedí, aún sabiendo que era “un manotazo de ahogado”; se empezó a evadir, a desdibujarse, a contestar con vacíos y luego preguntaba que me pasaba que estaba distante. ¿YO?
Hubo cambios en su vida, y a mi, que había estado en aquellos mundanos momentos de niebla, solo me daba pistas, para evaluar mi reacción. Mas tarde vino con que quería compartir, cosas que meses atrás escondía o simplemente disfrazaba.
Cuando uno quiere fortalecer la amistad con otra persona, lo menos que puede hacer, recíprocamente con el otro es compartir. Su “compartir” llegó tarde para mi, más cuando ese jueguito de acción-reacción, causa- efecto que tenía conmigo y que lo hacía sentir irremplazable, me hirió hasta el hartazgo.

Pasaron muchos meses, casi un año, desde la última vez que escribimos por messenger. Desde que el quiso compartir, porque me veía distante. Desde que yo dije: “no tengo interés”. Hoy lo sigo viendo en el trabajo. Charlamos de vez en cuando. Obviamente nada volverá a ser como era. El no puede conservar un amigo de su mismo sexo, yo, perdí el interés en su amistad.

Ya no hay nada interesante que decirnos. No hay nada interesante que al otro le pueda importar demasiado de la vida de uno. No hay intención. Se fue el interés. Se esfumaron los retorcijones. Quedó el sabor amargo (seguro para él también, se que fui importante en algún momento, el lo dijo) y el espacio vacío que suele dejar un alma desconocida, que se convierte en parte de tu vida, pasa y se va.

Algunas personas pasan y dejan la estela de un buen recuerdo. Llegan para enseñarte algo o para recibir algo de vos. O para ambas cosas. Estuvieron. Algo modificaron. Yo me desperté del letargo y me di cuenta que todavía se podía sentir algo fuerte por alguien, que me podía ilusionar, que podía arriesgarme a sufrir. En definitiva que podía VIVIR. Que estaba VIVO.
A él también se le modificaron cosas y seguramente yo aporté lo mío en su vida. Cada uno sabrá capitalizar de la mejor manera que pueda lo que el otro nos dejó, y tal vez en el futuro, cada vez que nos recordemos mutuamente lo hagamos con una sonrisa.

Una palabra a la mirada

Y de repente buscando cosas interesantes en Internet, encontré varios blogs interesantes. En una de ellos se hacia referencia a la mirada. Recorrí mi blog y hace unos días yo escribí una suerte de poema acerca de la mirada.
Claro esta no era cualquier mirada. Pertenece a alguien particular que apareció en mi vida de repente y me regala el encanto de su mirada cada vez que lo veo.

No hace mucho estaba yo en un Pub de Buenos Aires. Solía ir allí con mis amigos los sábados a tomar algo para seguir la noche en algún boliche. Mi amigo Nacho, vino acompañado por su amigo Leandro. Nacho es un tipo inquieto, que habla hasta con las columnas y ese día no era la excepción. Frente al verborrágico estado de Nacho que se puso a hablar sin parar con una parejita que había en el lugar, Leandro se acercó a mi, y nos quedamos tomando algo, conversando, riéndo.
Después de un par de horas fuimos a bailar. Todo transcurrió normal. Nos reímos mucho, y nos miramos un poco, aprovechando la distracción del otro. Avanzó la madrugada y Leandro me alcanzó hasta mi casa. Nos despedimos en la puerta y no supe de él hasta el próximo fin de semana.

Así fue que al viernes siguiente nos encontramos en un boliche. No fue casualidad, cada uno sabía que el otro iría. De alguna manera me había entusiasmado la idea de volver a verlo. Estuvimos en el boliche con nuestro grupo de amigos, tomando vodka con Speed, bailando y riéndonos. En una palabra, pasándola bien. Amaneció y me fui a casa.
El sábado lo volví a ver en aquel mismo pub en el que nos conocimos. Habíamos formado una pequeña ronda con tres amigos más. Leandro, casi de casualidad, había quedado frente a mí. Yo estaba muy conversador con mi amigo Alejandro y de repente sentí algo extraño. Me sentía literalmente observado. Miré al frente y ahí estaba Leandro que hacía unos cuantos minutos (no puedo precisar cuantos exactamente) me estaba mirando. Lo miré fijo a los ojos. Sonrió al verse descubierto. Sonreí también y sin que ninguno de los dos pudiera bajar la mirada, hicimos un gesto con la cabeza, típico de “¿Qué pasa? Esa misma pregunta salió de mi boca entre mi sonrisa gigante, a lo que él con el mismo tamaño de sonrisa respondió – Nada.

Durante toda esa noche, las miradas ya no eran disimuladas. Simplemente nos mirábamos y cuando nos descubríamos, sonreíamos. Me alcanzó hasta mi casa. Charlamos de cosas superficiales, casi sin mirarnos. Llegamos a la esquina de mi casa, lo saludé y me fui a dormir.

Durante la semana, encontré su aceptación de amistad en Facebook, lo agregué al Messenger y una noche cualquiera lo encontré conectado. Charlamos amigablemente, me comentó lo bien que lo había pasado con Alejandro y conmigo, y lo bien que le habíamos caído.

Esa semana tuve que hacer unos trámites por el centro, y no había ido a trabajar. Fuera de todo cálculo, cerca del mediodía ya estaba desocupado deambulando por las calles y pensando en que bueno sería invitar a Leandro a almorzar. Rápidamente caí en la cuenta que debía procurarme su teléfono antes.
Lo hice. El tercer fin de semana se unió nuevamente a nuestras salidas. Las miradas estaban presentes cada vez con más regularidad. Todo parecía ser nada cuando encontrábamos la mirada del otro en frente. Las palabras no salían, solo las miradas. En el entorno empezaron a darse cuenta. Alguno que otro ya se predisponía a que pasara algo en cualquier momento.
Para desilusión de los espectadores, todo quedaba en miradas. Llegó la semana y decidí invitarlo a cenar. Aceptó sin problemas y se ofreció pasarme a buscar por mi casa. Cenamos, charlamos, me contó cosas de su vida y yo le conté de la mía. No hubo miradas que expresaran otra cosa que atención. Fuimos luego por un café. Me llevó a mi casa y nos despedimos hasta el fin de semana siguiente.

A esa altura, me di cuenta que había empezado a jugar al oficio mudo. La seducción estaba todo el tiempo presente. Lo descubría colgado mirándome y el me descubría a mi también. Las palabras no existían. Las insinuaciones más allá de las miradas tampoco. Todo sucedía bajo el destellante cielo raso del boliche, entre música, tragos y cientos de personas saltando al ritmo de la misma música. Cuando todo eso terminaba, y el amanecer se abría paso en el horizonte, parecía que no había a quien mirar.
Todo era raro. Si no le pasaba bola, me buscaba. Después la nada misma. ¿Será tímido como yo?- me preguntaba. ¿Qué espera para decirme algo? ¿ Y yo que esperaba? El miedo al rebote podía más. Las miradas siguieron persistentes. El silencio también, inundándolo todo. Alguna vez salí de casa sabiendo que iba a verlo y me inventaba un discurso mental para decir. Nada de eso salía. Nada de eso salió.

Pasó casi un mes. En la semana no hay señales de vida de su parte. Ya no hay invitaciones de la mía. Cuando nos vemos todo vuelve a estar ahí a través de la mirada. De la mirada y el silencio.

Todo parece despejarse cuando alguien te presta atención. Esa atención que andabas buscando. Parece que algo nuevo y maravilloso va a comenzar en cualquier momento. Hasta que te ves anclado en la mirada llena del otro, y en el silencio vacío alrededor. La conexión es fuerte pero las palabras hacen su complemento necesario. Cada uno seguramente tiene una razón para no disparar la primera palabra a solas. Miedos, antiguas frustraciones, rechazos, inseguridades.
La voz de la mirada seguramente se irá callando y volveremos a mirar para otro lado sin saber que hubiera pasado de haberle puesto una palabra a la mirada.

20090914

MEMORIA

A vos que abriste los ojos un verano
Y a mi que me encontró noviembre a la deriva
A la ruta que ensambló nuestros desvelos
Al agua que mojó nuestras angustias,
Podría matar el tiempo una hoja
Caída en tan cruel otoño
Pero lo peor no es el olvido
Cuando no se tiene memoria.
Tu nombre entrelazado en las horas
Lejanas colinas que albergan sombríos
Si la noche fuera un manantial sereno
Bebería mas de cien lunas
Para no recordar el olvido.
Acabo de despertarme y no parece primavera
La gris mañana se queja en la humedad del asfalto
Y esos adoquines incautos
Que a tu piel se asemejan,
Me trasladan al pasado
A aquel noviembre ya enterrado.
Por si acaso me encuentres
Distraído entre tus sueños
No pienses que volví de lejos
Ni me traigas del desvelo
Que a pesar de mi memoria
En cada diciembre te espero.

DE TIEMPO

De tiempo en tiempo se trasluce la palabra y la verdadera intención que salía de mi mano en alto en plena despedida. Aunque el recuerdo me llorara y su voz se oyera en eco en la noche cerrada, fue indulgente mi serenidad que se perturba ante la insistencia de un día nuevo, un nuevo alba.Inminente recordé lo profano del agua embebiendo sales y esos rotundos lejanos senderos que acumulo en mi boca. Recuerdo. Me arrodillé en el umbral y vi el vacío jardín en el que corrí el viento mientras dibujaba la oración que ahora prefería callar.Solitariamente me transcurro y me altibajo, pero el camino es constante y no he de pasar en vano por el aquel lugar de tus manos, donde tracé un camino para saltarme al vacío y volar sin rencores desplegando el ala ancha.De tiempo en tiempo no he vuelto a mirar atrás, ni he buscado nada vago, tan solo no he buscado más que la sorpresa conquista de una mano tibia en una noche nevada.Serena caridad que te cobija mientras mi lado no es lleno, mi pulmón lo respira y mis ojos lo cierran. No hay temores en el ocaso como nieves en verano, el propósito de mi atención ya no es no tu mano blanca. Un silencio acogedor me ronronea en los oídos, me estimula la espina, le da peso a mis alas para quedarme entre las sienes despejadas.De tiempo en tiempo me voy y para no volver vengo. De tiempo en tiempo entiendo que caminar no es campana, no es violín ni la musa de la vida afanosa, ni del afán de la mirada.De tiempo en tiempo me acerco. De tiempo en tiempo llegando, sin cascabel ni petardos el viento tan solo me va anunciando, esa brisa que pasa a tu lado, te acaricia con mi mano y de tiempo en tiempo te encuentro en otros como futuro presagio.

SER MORTAL...

...Amenazante que latiga con sus pasos en mi sombra caminante.Inquieta. Desprolija, llena de vericuetos insondables entre miradas tiernas y desafiantes, entre besos en el aire.Madrugada y marea alta. Velocidad rasante de tus manos en mi espalda, de tus dedos en mi alma, de mis sueños desconcertados, mientras evitás encontrarme...Resuena la cuenca vacía de mi garganta llena, de mi andar adelante, de mi sabor a hierba negra en tus dígitos punzantes. Retina que sostiene en la mirada, el dibujo de tu imagen, la suavidad de tu palma. Madrugada y tierra firme. Sospecha de la nada, del silencio y la escapada, de mi boca frente a la tuya sin apenas decir nada.Ronca voz que se subleva, se levanta, se acelera, acalla fuentes esmeraldas y silencia temporadas, que apenas se plasma en el aire como eco de esas gotas, que lloviznan, que amenazan, que van, que apenas pasan. Madrugada y luciérnagas. Y allá va a buscarme de nuevo lo altiva de tu mirada.

LA VOZ DE UNA MIRADA

Tan solo suspiré al principio, en aquel comienzo en el que abrí los ojos y te vi dormir. Dormías con esa suavidad contenida en las mejillas, con el sol arrebatado en la frente y el encanto de la noche sobre vos.
Yo me desvelaba. Y no me dejaba descansar la madrugada, ni la luna ni el mar tan próximo al muelle, haciendo golpear el bote contra la madera húmeda y los típicos ruidos del puerto. Un puerto que no era mío. Un puerto donde no tuve un amor.
Me puse a pensar en esa tarde. Esa tarde justo antes de conocerte. En como estaba el día, en como había amanecido, como se dispuso el sol y con cuanta frecuencia, yo, había respirado hondo. Después vino la noche y con ella se apresuró la madrugada templada de invierno. Sí, aún era invierno.
Oyendo cantar una sirena me deje llevar por tu primer parpadeo hasta el final de tu mirada y me acerqué más de una vez a tu boca para secretearte una intención en silencio, que se nos pegó en los ojos a los dos, que se hizo eco en nuestras miradas y que aunque carreteó en nuestra garganta, jamás despego de tu boca ni de la mía.
Te descubrí perdido y distraído relajándote en mis ojos, y el mar y el viento te llevó, no se adonde, no sabés porqué, tan solo volaste, tan solo te deje ir.

Tan solo suspiré al principio, en aquel comienzo en el que abrí los ojos y te vi partir.