20061118

Dos líneas

Si pudiera subrayar en el aire un momento intacto del presente, iría en busca de esa hora en el pasado en la cual, tímido, vi que te acercabas.

Días de Oficina

Estoy sentado en la oficina, almorzando en mi escritorio, como todos los mediodía, pero esta vez afuera, veo por la ventana, los nubarrones grises que se apelmazan y se pegotean unos con otros y de tanto roce de vez en cuando hacen caer algunas gotas.
Hace unos cuantos días que venir a trabajar me resulta extraño. Es una mezcla de sentimientos varios, entre la falta por la ausencia y la bronca por la presencia, si bien suena contradictorio, quien no lo es, verdad?...
Una relación estúpida, diría él, una relación intensa, opino yo. La misma relación que comenzó con códigos, siguió con verdades y terminó con enojos. Códigos seductores, verdades que causaban incomodidad, enojos estúpidos.
Mucho mail, mucho chat, mucho chat nocturno, mucha conversación telefónica hasta altas horas de la madrugada, escasos encuentros en la oficina, miradas esquivas, cero roce.
A veces quiero convencerme que no me importa su silencio, y otras tantas siento que sí me importa, porque extraño. ¿Lo extraño? ¿Extraño los mails o su voz en el teléfono? Extraño es lo que nos pasaba, desde mi nudo en el estómago hasta su voz aniñada cuando le dije que quería algo mas. ¿Extraño la posibilidad? Extraña la verborrea de su discurso cuando se brotaba por algo del laburo y me llamaba de noche. ¿Extraño lo que nunca ha de ser? ¿Acaso eso puede dejar un largo y profundo vacío? Sí. Cuando, aunque uno no quiera ver, en el fondo (o en la superficie) existe la mínima posibilidad de algo en el mañana, cuando esa palma de promisorios días juntos, te da vuelta la cara de un cachetazo, se siente vacío.
A veces se me escapa la mirada de soslayo sobre el tubo del teléfono, para ver si está bien colgado. Lo está. ¿Porque no llamo yo? Porque podría causar además de rechazo, que no soportaría, algún problema en su convivencia. ¿Los mails? Si, le mande un par. Las respuestas fueron escuetas, la última ni siquiera iba directamente dirigida a mi, cosa que me da que pensar. A esa hubo nuevo reenvío mío. Otra vez las teclas no cantaron al compás de sus dedos.
Hoy silencio. Hoy, solo un saludo de su parte, por ser políticamente correcto. Falso, diría yo. Falso sería esperar que el teléfono sonara, que la ventanita del messenger amaneciera en el horizonte derecho de mi computadora. Falso fue esperar un café mil veces prometido. Falso sería arribar a la conclusión, que del otro lado, mientras el silencio abunda, los pensamientos no se conjugan a la distancia con los míos...Algo en el aire siempre flotó...hoy flotan los recuerdos, el repaso de las conversaciones y el eco de esa voz que no solo me sacó de la rutina agobiante de la oficina, sino que me hizo redescubrirme vivo otra vez.